Mucho más que un almuerzo
En cada bandeja servida en el restaurante de la Universidad del Tolima hay más que arroz, carne o sopa caliente. Hay historia, vocación y cariño. Una de esas manos que dan sabor, afecto y calor humano a cada alimento preparado es la de Piedad Bonilla Lugo, conocida cariñosamente entre los estudiantes como doña Pía.
Aunque su nombre no aparece en pizarras ni oficinas, su presencia es esencial en el campus.
La rutina que comienza antes de que amanezca
Su jornada empieza muy temprano. Aunque su turno habitual arranca a las 7:00 a. m, vive a las afueras de Ibagué, lo que la obliga a madrugar más que muchos otros. En turnos de hasta 10 horas, su día transcurre entre vapor, cuchillos, ollas gigantes, cortes de carne y porciones que deben ser exactas, seguras y sabrosas.
“A veces uno no se acuerda ni del celular, ni del almuerzo, ni de la familia… el día pasa volando”, cuenta mientras sonríe.
A pesar de lo intenso, su compromiso se mantiene intacto. Lleva más de 20 años trabajando en el restaurante, y lo dice sin dudar:
“Me encanta lo que hago. Amo este trabajo.”
Un sueño cumplido entre ollas
Antes de llegar a la Universidad del Tolima, en 2005, Piedad trabajaba en casas de eventos, en labores muy similares. Sin embargo, fue en la UT donde encontró estabilidad, pertenencia y la posibilidad de transformar su vida. Gracias a este trabajo, no solo sacó adelante a sus hijos, sino que también logró cumplir su sueño más grande: tener casa propia.
“Ya la terminé de pagar. Y todo ha sido gracias a este trabajo, a esta Universidad… y al comportamiento que uno mantiene como persona.”
Donde se cocina el afecto
A doña Pía le encanta el área caliente y el manejo de carnes, un rol exigente que no todos asumen. Pero más allá de la técnica, hay un lazo emocional: la conexión que crea con los estudiantes a través de los alimentos.
“Me gusta mucho, sobre todo que hay niños y niñas que pasan aquí cuatro, cinco años. Aquí tienen su alimentación, nos saludan en todos los turnos y me da mucha alegría cuando ya se gradúan. Algunas han venido el día de su grado, y empiezan: ‘que la foto, que la foto’… Me gusta verlos triunfar.”
Este tipo de momentos, dice, la marcan más que cualquier otra cosa.
El trabajo que no siempre se ve
Piedad habla con sinceridad sobre las condiciones del trabajo: calor intenso, cambios bruscos de temperatura, el esfuerzo físico constante. Sin embargo no lo dice como queja, sino como llamado de conciencia:
“Así se lo digo a los muchachos: la comida hay que comérnosla. Comida muy rica, saludable, fresca. A mí, personalmente, me gusta ofrecerles el mejor servicio a los estudiantes.”
Un legado más allá del comedor
Doña Pía deja una huella profunda en la comunidad universitaria. Está en la sonrisa que da al servir, en los recuerdos de quienes se han graduado y todavía preguntan por ella, incluso desde otros países.
“Van a otros países, vuelven y es un recuerdo. A veces nos traen cosas y preguntan: ‘¿Dónde está doña Pía, dónde está doña Pía?’ Y entonces, con algún detalle, aparecen. Es un recuerdo bonito.”
Una historia cocinada con amor
En un lugar donde tantas historias cruzan los pasillos y se escriben en salones, la de doña Pía se cuece a fuego lento, como sus mejores preparaciones: con cariño, entrega y constancia. Y aunque su nombre no aparezca en portadas, su presencia es parte del alma diaria de esta universidad.
Porque alimentar no es solo un oficio. Es una forma de amar en silencio.