Cancelé la alarma a las 5am

Cancelé la alarma de las 5AM

By

Sara Torres

Es agotador pensar en upgrades emocionales, tener que ser una versión más calmada, más saludable de mí misma… Sentir que, si no andamos en ese ritmo, estamos desperdiciando el tiempo. 

Hay algo desgastante en la autopresión que nos imponemos cada día, como si estuviéramos en una competencia constante: hay que ser productivos, tener una nutrición excepcional, cumplir objetivos de lectura, mantener un ritual de bienestar… Sin darnos descanso ni un mínimo margen para lo imperfecto, lo común. Lo único que logramos al final es agotarnos, especialmente cuando no tenemos control sobre todo eso. 

El perfeccionismo se reconoce como ese impulso por no conformarnos con lo “suficiente”, y hoy se está convirtiendo en una epidemia. Según el psicólogo Thomas Curran, en su charla TED “Our Dangerous Obsession with Perfectionism is Getting Worse”, la presión por la excelencia no es solamente personal, sino también social. Las tasas de perfeccionismo han subido considerablemente con el paso de los años, influenciadas en gran parte por las redes sociales y la cultura del logro. 

Y todas estas búsquedas pueden generar ansiedad, autoexigencia, crítica constante e incluso llevarnos al burnout: un cansancio emocional que no nace de no poder con algo, sino de sentir que deberíamos poder con todo. Aun cuando cumplimos. 

Jacqueline Kerr, científica del comportamiento, explica que el autocuidado —tan popular en redes sociales como Instagram, donde incluso se ha vuelto una tendencia de estilo de vida— no es suficiente si no cuestionamos la estructura que nos obliga a correr sin freno. “Pausar”, dice ella, no es fracasar. Es tomar un pequeño respiro para construir otro ritmo, nuestro propio ritmo. 

Ahora, el “descanso activo” parece otro ítem que subrayar en las listas de productividad: hacer yoga, meditar 20 minutos, tomar agua. Todo es parte de un plan de mejora personal. Incluso los pequeños espacios de ocio parecen planificados. En un artículo de Psychology Today, se plantea la idea de que, si aceptamos nuestras limitaciones y lo que es, en lugar de perseguir constantemente lo que debería ser, podremos vivir una vida más satisfactoria. Soltar los ideales puede ser el primer paso hacia el alivio. 

Por eso, si me levanto y no me apetece leer, escribir o planificar; si prefiero ver la misma serie que ya vi mil veces, comer algo reconfortante sin pensar en su valor nutricional, o simplemente estar en silencio sin ningún motivo… lo recibo con los brazos abiertos. No es una derrota. No perdí el rumbo. Es un espacio en el que me permito ser humana. Un acto consciente de aceptación. 

No quiero ser mi mejor versión todo el tiempo. 

Y eso no significa que no me quiera, o que no me importe mi salud. Significa que también está bien permanecer donde estoy. No siempre en una fase ascendente: a veces en pausa, a veces en bucle. Y, aun así, válida.

Scroll to Top