Alexander Ospitia: El atleta paralímpico que transforma realidades

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Harold Tulcan

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Laura Gualtero

En un país donde la discapacidad suele ser sinónimo de exclusión, Alexander Ospitia se ha convertido en un referente de lucha, inspiración y transformación a través del deporte. Desde su rol como administrativo en la Universidad del Tolima y como líder de la organización Aquiles, Alexander ha tejido una red de esperanza que ha impactado a cientos de personas en condición de discapacidad, tanto a nivel local como nacional.

“Aceptar la discapacidad no es fácil”, afirma Ospitia, quien vivió en carne propia ese proceso tras quedar en silla de ruedas hace 28 años. Al integrarse al deporte paralímpico, no solo reconoció sus propias capacidades, sino que empezó a ver cómo el ejercicio y la actividad física abrían las puertas a una salud mental fortalecida: “Uno deja de ver lo que vive como un problema y lo convierte en una fortaleza para salir adelante” recalcó.

Aquiles, la organización sin ánimo de lucro que lidera, tiene presencia en regiones como el Eje Cafetero, la Costa Caribe, el Valle, Tolima y Antioquia. Desde allí acompañan a personas con discapacidad que se entrenan en disciplinas como atletismo, paratriatlón y ciclismo. Aquellos con mayor compromiso y nivel deportivo tienen la oportunidad de representar al país en competencias internacionales, como la Maratón de Nueva York o la de los Marines en Estados Unidos.

Pero Ospitia aclara que el verdadero objetivo de Aquiles no son los trofeos, sino la dignidad: “No hay requisitos para ser parte de Aquiles. Quien quiera entrenar, puede hacerlo. Lo importante es la voluntad”. Su filosofía se basa en el ejemplo según él “No se puede hablar de hábitos saludables si uno mismo no los practica”.

La inclusión no solo se vive en las pistas de entrenamiento, desde su trabajo administrativo en la Universidad del Tolima, Alexander ha impulsado una revolución silenciosa en la infraestructura del campus: “Hace ocho años solo había cuatro rampas; hoy hay más de 280”. Gracias a su gestión, se han instalado elementos como podotáctiles para personas con discapacidad visual y se ha creado una Unidad de Inclusión que atiende no solo a personas con discapacidad, sino también a pueblos indígenas, afrocolombianos, comunidad LGTBIQ+ y víctimas del conflicto.

Detrás de estas acciones han habido años de lucha, puertas cerradas y conversaciones persistentes con las directivas universitarias, “Al inicio no me prestaban atención. Un día le dije al antiguo rector de la universidad, que si no se hacían las rampas, buscaría otra vía legal. Entonces me propuso hacer un plan de trabajo. Así empezó todo” contó Alexander. Desde entonces, el respaldo institucional ha crecido permitiendo consolidar una de las experiencias de inclusión más notables en el sistema universitario del país.

El impacto de su trabajo se ve reflejado en historias como la de Jesús Vargas, conocido como “H”, estudiante de Ciencias Sociales que llegó buscando un espacio para entrenar y hoy es campeón nacional de paratriatlón. “Eso es lo que vale la pena: ver cómo alguien que no tenía expectativas hoy se convierte en profesional y deportista de alto rendimiento” contó el deportista.

Alexander también recuerda su propia carrera como atleta  pues ha representado a Colombia en diferentes competencias nacionales e internacionales en disciplinas como triatlón, natación y esgrima. Sin embargo, asegura que su mayor satisfacción está en acompañar a otros en sus procesos. “Uno se da cuenta que su vida vale cuando alguien te dice: ‘Gracias a usted hoy soy lo que soy'”.

Aunque reconoce algunos apoyos institucionales, Ospitia es crítico de la falta de inversión estatal: “El gobierno actual ha recortado hasta el 90% del presupuesto para el deporte, lo cual trunca los sueños de muchos atletas con discapacidad”. Pese a ello, sigue impulsando escuelas de formación como las de paranatación, paraatletismo y tenis de mesa en su región.

Su sueño, dice, es que en Colombia se adopten modelos como el del Valle del Cauca, donde el programa “Alquimia” acoge a jóvenes con discapacidad, los forma en distintos deportes y los ubica en las disciplinas que sacan su máximo potencial. “Eso es inclusión real, eso es pensar en grande” recalcó.

A quienes sueñan con liderar procesos similares, les deja un mensaje claro: “Hay que soñar despiertos, con metas a 10 o 15 años, y trabajar duro. Rodearse de otros que crean en el cambio. Porque cuando uno cambia la vida de alguien, está cambiando el mundo”.

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